Constanza Coll es comunicadora social y desde hace un año y medio vive en un barco. “Los días y las noches en el mar ya son la normalidad para nosotros: estar lejos de tierra, flotar; desembarcar como una misión de exploración o para buscar víveres; juntar agua de lluvia o de cascadas; pasar las 24 horas de todos los días juntos, con Juan y nuestro hijo Ulises, que en mayo cumple 4 años” señala la comunicadora en exclusiva al programa “Ahora o nunca” de Circus FM 104.9.
Constanza, relató además que está embarazada de 34 semanas y que “el COVID-19 llegó hace poco a El Barco Amarillo, en Ilha Grande. Cuando la noticia viajaba desde China era en forma de memes o en titulares que nos traían los huéspedes que pasaban sus vacaciones a bordo con nosotros. Después fue Europa, y entonces llegaron los Whatsapps de amigos navegantes que están en el Mediterráneo, ¡qué locura! Pero de un día para el otro cerraron la isla en donde estamos, cancelaron los vuelos y hubo que salir a repatriar, y las playas quedaron desiertas, y los mercados empezaron a trabajar en horario reducido y a subir los precios”.
Con respecto a la cotidianeidad y a las maneras de comunicarse arriba del barco, la mujer relató que “nuestras alacenas siempre están llenas, porque nos acostumbramos así, por si el clima no nos deja desembarcar, por si vamos a navegar o queremos pasar una temporada en alguna isla deshabitada donde no se puede comprar nada. Lo mismo el agua dulce, los tres tanques de inox suman 400 litros que nos habilitan a estar de 25 a 30 días sin tocar tierra. Y la electricidad está a cargo de paneles solares y un generador eólico. Tenemos Internet con #RoamingMovistar, podemos ver Netflix y hablar por teléfono con las abuelas, los tíos y los amigos que están en Argentina”.
Por otra parte Coll manifestó que muchas actividades son iguales que en un hogar, pero otras parecerían atípicas, sin embargo para nosotros son normales, en este sentido señaló “un día normal de la vida a bordo se parece en casi todo a un día a bordo en cuarentena: nos levantamos con el sol, entramos al mar, Juan pesca el almuerzo con el arpón, jugamos o leemos en la cubierta, si queremos desembarcar buscamos una playa totalmente deshabitada para patear una pelota o jugar con arena, cocinamos, dormimos la siesta, dibujamos o hacemos disfraces con friselina y goma eva para Ulises. Nos vamos a dormir temprano”.
Con respecto al embarazo Constanza contó que “Venimos haciendo los controles de rutina desde Morro do Sao Paulo, en el Estado de Bahía, donde supimos de la llegada de nuestra segunda hija. Hicimos ecografías y análisis en cada puerto donde recalamos desde allá arriba hasta que llegamos a Angra dos Reis, donde decidimos esperar el nacimiento”.
“Nuestro Plan A era volar antes del octavo mes y hacer el parto en Buenos Aires, con nuestra prepaga de allá y rodeados de familia, pero ahora las fronteras están cerradas, y los aeropuertos son foco de contagio, y las ciudades capitales concentran la mayor cantidad de casos. Por eso hemos decidido llegar y quedarnos en Rio De Janeiro para poder esperar el parto y realizar todo el proceso de internación sanatorial, hasta que esté en condiciones de alta y poder seguir navegando” señaló.
“Desde el comienzo hemos tenido un montón de piedras en el camino, pero desde que tomamos la decisión de salir de la rutina de nuestras vidas, poner en alquiler nuestra casa en Buenos Aires y poder trabajar a distancia, no nos arrepentimos porque de alguna manera hemos cambiado nuestros hábitos de consumo y por ende nuestros gastos se han reducido” sentenció.