William Bonner, la cara masculina más famosa de las noticias en Brasil, abrió el debate entre Jair Bolsonaro y Lula da Silva con puntualidad. Se adelantó una hora comparado con la primera vuelta. El 29 de septiembre eran más candidatos y se extendió hasta la madrugada. Esta vez finalizó a las doce. Por sorteo el presidente ganó el derecho a tomar la palabra primero. Vestía traje oscuro y corbata de color azulino. Caminó desde el atril y ocupó el centro de la escena en el que se mantuvo durante todo el primer bloque. Se movía en círculos mientras disparaba sus clásicos dardos a su rival.
Si hubo un adjetivo del que abusó fue el de “mentiroso”. Lo trató así una y otra vez, a falta de argumentos sólidos. Cabalgó básicamente sobre cuestiones de la economía como el salario mínimo y el programa Bolsa familia de los gobiernos del PT. Lula le replicó una a una sus diatribas. Lucía una corbata roja y traje azul.
“Yo vine acá para conversar con el pueblo brasileño. Este hombre no dio un aumento del salario mínimo ni para la merienda escolar. Esa es la verdad”, le respondió el expresidente. Lula iba y venía del lugar que tenía destinado en el escenario, contestaba y volvía sobre sus pasos evitando cualquier contacto cercano con Bolsonaro. En un debate anterior organizado por TV Bandeirantes, TV Cultura y Folha de San Pablo, el militar lo había tomado del hombro. “Fiça aquí Lula”, le exigió con prepotencia (“Quedate aquí Lula”).
El ultraderechista insistió con la economía, como si se sintiera fuerte en esa materia. Arrojó un dato sobre la reducción de impuestos que, dijo, “alcanzó a 4 mil productos a los que descontamos el 35 por ciento del IPI (Impuesto a Productos Industrializados)”.
6.498 mentiras
Cada pregunta para arrinconar a Lula se le volvía en contra a Bolsonaro. Cuando el presidente reivindicó su aumento del salario mínimo, Lula le dijo que solo había igualado el índice de inflación. El primer bloque sobre economía que propuso el ultraderechista incluyó una estadística demoledora para sus aspiraciones de reelección: “Usted mintió 6.498 veces durante su mandato y conseguimos sesenta derechos de respuesta en la campaña electoral”, le reprochó el expresidente basándose en un estudio de medios.
Bolsonaro utilizó el recurso de victimizarse y atacar una vez más al Tribunal Supremo Electoral (TSE): “El sistema está todo contra mí, las grandes cadenas de TV, una aquí (refiriéndose a Globo, que jugaba de local), el Supremo Tribunal Federal (STF) que le concedió todas las quejas a usted e inclusive va a investigarme a mí”. Selectivo, el jefe de Estado eligió introducir en el debate a la Corte que preside Alexandre de Moraes, su otro enemigo. El hombre que sigue a Lula en la lista de sus blancos preferidos.
Últimas horas. Si el votante promedio de Bolsonaro tiene hoy un bajo nivel de tolerancia al adversario es porque su líder desparramó sospechas de fraude, de que enfrente hay un enemigo y no un rival político circunstancial. San Pablo no ha vivido por ahora desbordes ostensibles en las calles. Solo escaramuzas. Lula cerrará su campaña hoy con otra caminata como sucedió en el cierre de la primera vuelta. No será en la esquina de la avenida Paulista y Augusta. La convocatoria se correrá a unas pocas cuadras, en dirección al Museo de Arte. El célebre MASP, epicentro de grandes marchas en este país que tiene un estado dentro del estado. Porque a San Pablo lo habitan 47 millones de personas. En la capital hay 12, en el área metropolitana unas 22 y el resto lo completan otras ciudades de este gigante estadual. Casi la totalidad de los argentinos.