Ahuyentar la malaria versus fomentar la abundancia. Combatir la peste y como contrapartida generar anticuerpos desde la responsabilidad. Compromiso grupal, en lugar de individualismos. Este yopará para ponerle una barrera al Karaí Octubre dejó un par de lecciones en un período particular para los misioneros. El mes pasado fue el de mayor cantidad de contagios de covid en la provincia (que a su vez significó casi la mitad del total hasta este momento) y en vísperas del tradicional plato, dio la sensación que significó un llamado de atención para un presente que sufrió algunos coletazos.
Marcó un quiebre. Porque de tener casos controlados, empezaron a citarse cada vez más puntos rojos. Y en medio de la nueva normalidad, con las actividades casi en un ciento por ciento en marcha, obliga a reflexionar y dejar de lado el egoísmo. Acá no existe el sálvese quien pueda. Acá están (estamos) todos dentro de la misma bolsa y el riesgo corre sin distinción de nombres, cara, contextura, color de piel. Ya lo marcó el vicegobernador Carlos Arce, con el reiterado llamado a la responsabilidad social y fue tajante en su lectura: la salud es una sola, los contagios son causa del relajamiento y la logística del gobierno no alcanza para prevenir los contagios.
A partir de allí no existe una nueva estrategia, sino la misma que se utilizó al inicio del aislamiento y que dio señales más positivas que negativas, a tal punto que la provincia se convirtió en espejo sanitario. Por ello, en el comportamiento de los misioneros deben retornar esas primeras pautas que contribuyeron a que el virus esté controlado y no subestimar, como ocurre con reiteradas reuniones sociales en las que se cree que nada va a ocurrir. El riesgo está a la vuelta de la esquina y aquel que no lo entienda deberá recibir el peso de la ley, porque hay algo que está claro: en mayor o menor medida, hubo avances (visitas familiares, reactivación de los rubros, turismo interno) y sería un pecado que haya que volver atrás después de todo lo bueno que se logró. También hay que tener en claro que para que ello suceda, el nivel de contagio debería ser desmesurado y que el gobierno de la provincia no considera adoptar una determinación tan drástica.
Todavía estamos a tiempo. Sólo hay que mirar el almanaque y hacer la analogía de que el yopará vino en el momento justo. Como nunca antes, alejar lo nocivo se convirtió en la bandera para seguir enteros. Y no es causa de quien comande la provincia, esto excede a la clase dirigente. El Karaí, pasó, observó y siguió su camino. Exigió conciencia. No vaya a ser que cambie de decisión y regrese en un momento inoportuno. Porque ahí sí habrá que lamentarse.